20 de noviembre de 2006
El pasado lunes a esta misma hora, poco menos, salÃamos del concierto de Wedding Present a la húmeda realidad de las calles de Cádiz. Atrás quedaban la urgencia juvenil de los viejos clásicos acelerados, su pop académico y cariñoso, el rock ruidoso de los tiempos difÃciles. Y caminabamos satisfechos, al menos en mi caso, hacia cualquier bar abierto donde tomar un par de cervezas. Urgencia de pegamento emocional etÃlico con el que fijar las imágenes y sonidos de la actuación. Acabamos en uno, con pinta «Erasmus», muy juvenil, muy actual, repleto en su exiguo tamaño con poco mas de 20 personas. Un poco de queso manchego y jamón serrano y una intermitente conversación con los amigos que no ves muy a menudo.
Si siendo joven me hubiesen hablado de los conciertos que iba a ver de adulto ?¿)?%»^¿?, estoy seguro que no lo habrÃa creido. Yo nunca debà ver a Go-Betweens, ni Stooges, ni a John Cale, ni Cramps, ni REM, ni ese largo etcétera de los últimos 10 o 15 años. Han sido unos cuantos, inesperados, intensos, subyugantes encuentros con los Ãdolos musicales de los tiempos mozos. Y ellos, al igual que yo, habÃan envejecido, pero no por ello dejé de disfrutarlos en lo más profundo. Si, ya no somos los mismos, pero nos queda cierto espitirtu común, un cierto rescoldo de… rock’n’roll.
Por eso ver a los Wedding Present fue maravilloso. No debà haberlos visto. No correspondÃa. Una jugada del azar. Cosas que no deberÃan haber ocurrido. AnomalÃas en el espacio tiempo, tan poco probables, como el hecho de recibir, en mi caso, un regalo de bodas.
1 de noviembre de 2006
Al final no fui al concierto de Monotors. Me deprimà un poco esa noche y estaba muy cansado. Me metà en la cama muy pronto y no dormà casi nada. Supongo que también estaba noqueado pues la computadora de trabajo en casa dió un pantallazo azul y no volvió a arrancar. Las encantadoras «Blue Screen of Death».
El sábado por la mañana trabajé y no pude ver que habÃa pasado hasta por la tarde. Al final, lo peor que podÃa ocurrir. El disco duro principal dejó de funcionar. Cogimos el coche y nos fuimos al Puerto en busca de uno nuevo, a una tienda que odio pero que está abierta hasta las 10 de la noche los sábados. Ahora la destesto más, unos cuantos cientos, muchos, de metros cuadrados dedicados a la informática y no tienen discos duros decentes. Los que tienen, de marcas poco fiables, antiguos y caros, un 100% más caros. Pánico en la ciudad de los pcs. Esta vez si que no vuelvo mas. Menos mal que nos acordamos de otra, cerquita, y que si que estaban abiertos y bien pertrechados.
Me he pasado varios dÃas rehuyendo la evidencia. Como si se tratase de un asesinato en el que es probable que seas el único sospechoso y sobre el que no te apetece investigar ni una pizca. No deseaba saber que información habÃa perdido. o… ¿cuanta? o… cuanta de ella es insustituible. Estas cosas siempre te pasan en el peor momento. Llevaba un par de semanas intentando sacar tiempo para sincronizar los archivos de este pc y el portátil, buscando algun programa que lo hiciese, intentado configurarlo, revisando información sobre discos duros externos que pudiesen servir de alivio y copia de seguridad…y pasó. No quiero pensar en la intuición, en qué era aquello que me impulsaba a pensar en estas cosas.
Han sido 160Gb desaparecidos. Completitos, rellenos de maravllosas series estructuradas de ceros y unos. Ficheros gráficos, música, correo electrónico…. el tipo de limpieza que nunca te atreves a hacer por mucho que estés saturado. Borrón y cuenta nueva. No recuerdo haber perdido otro disco duro anteriormente. Al menos en mucho tiempo. Solo tenÃa un par de años y el análisis forense me induce a pensar que murio mordiendo el polvo.
Le habÃa colocado un sistema de refrigeración, pensando que trabajarÃa mucho y duro. De esos compuestos por un par de ventiladores que se adosan al disco sobre una estructura de aluminio o similar. El problema creo que era el sentido de giro. Incluso podrÃa pensar en un fallo de diseño. En vez sacar aire hacia fuera, lo precipitaba sobre el disco y con él, millones de partÃculas de polvo que habÃan formado una esponjosa y mullida pelÃcula sobre la superficie del disco, en la parte de la circuiterÃa. Quizás es que estaba mal colocado. A ver si alguién me aclara esto. Lo mismo tendrÃa que haberlo puesto en la otra parte del disco, pero pensé que ésta se calentarÃa más, por la circuiterÃa. El disco mordió el polvo, seguro, y bien. Tiene que haber sido eso. En algún momento alguna chispa consiguió crear un arco voltaico a través del polvo y fundió algun chip. Yo que sé. Pero tuvo que ser el polvo.
Un nuevo Seagate Serial ATA de 300 Gb lo ha sustituido. Esta vez no le he puesto refrigerador. Si tiene que morir que muera de un calentón bien merecido. Me planteo adquirir algún sistema de respaldo de datos pero sé a ciencia cierta, que el problema no está en el medio, que me podrÃan servir unos simples dvd regrabables, y que el problema es que vamos en moto de una cosa para otra, y que un ordenador es como una casa, que hay que limpiar, ordenar y poner a salvo lo que se precie de vez en cuando. Otra cuestión de tiempo y ganas. Espero os sirva de advertencia. Cuidad vuestros discos, los de vinilo y, en especial, los duros.